¿Qué hacer?
En medio de una crisis sin precedentes, la industria se ve sometida a varias pruebas de fuego. Mientras cierran agencias, otras se fusionan y algunos operadores intentan encarar proyectos que les permitan adaptarse a lo que viene o simplemente sobrevivir, o no.
Siempre se repite que Argentina es tierra de crisis. Estamos acostumbrados y es común, o mejor dicho era común, frente a cualquiera de las situaciones difíciles que atravesó la actividad, escuchar el “Ya va pasar. Ya lo vivimos”. Pero llegó esta y no depende del dólar, del riesgo país, del FMI o del gobierno de turno y es profunda, más de lo que muchos imaginamos.
Hoy nadie sabe qué pasará, y en turismo sin ser demasiado optimistas ni escépticos podemos imaginar que –como en todo- nada será como era.
Por lo pronto, el eslabón más fuerte de la cadena se resquebraja y aunque exista el famoso Chapter 11 que permite tirar para adelante compromisos, congelar intereses y otras maravillas que da el capitalismo contemporáneo, las compañías aéreas saben bien –como sus acreedores- que el futuro es incierto. Mientras tanto algunas aerolíneas ya anunciaron que no operarán Argentina y otras que tenían 14 vuelos por semana a Europa, por ejemplo, están decidiendo si quedan con 4. En tanto, la participación accionaria que tienen algunas compañías en otras líneas aéreas y acuerdos de code sharing, permiten anticipar que pocas manos están dibujando un nuevo mapa de la actividad a nivel global y claro, en Latinoamérica.
En la rama de los cruceros se dieron diversos movimientos en los que la concentración de la oferta prevé un escenario donde la oferta, los productos y los precios también serán fijados por pocos jugadores.
Otro tanto ocurre en la hotelería, en donde las limitaciones de ocupación impuesta por las normas sanitarias, sumadas a la retracción en la demanda, dará por resultado que cerraran instalaciones, pequeñas cadenas se irán fusionando con otras o serán absorbidas por las más grandes.
Mientras, mucho se escribe y se habla, sobre cómo será el pasajero del día después, si los aviones dejarán asientos libres, si los filtros de aire son eficientes o si el barbijo es obligatorio…..
Lo que poco se lee y escucha es aventurar cuál será la masa crítica de pasajeros que estará en condiciones económicas o querrá viajar. Las ofertas, descuentos, flexibilidades y plazos de hoy son una necesidad de las empresas para hacer caja luego de meses de no tener ingresos y si mantener, aunque limitadas, sus estructuras. ¿Qué pasará cuando la situación más o menos se normalice? ¿Seguirá costando un ticket a Miami 380 usd en pesos y a 12 cuotas sin interés?
Con este panorama conviven los agentes de viaje minoristas, operadores, emisivos, receptivos, etc. que están a la espera de una ley que se sigue debatiendo y que seguramente cuando entre en vigencia muchos de los que se pretende ayudar o sostener, no estarán para acceder.
Sobre la ley, como suele pasar, tampoco se encuentran consensos suficientes, incluso dentro del oficialismo. Por un lado está el proyecto del oficialismo, liderado por el diputado Máximo Kirchner que ya fue aprobado en la Comisión de Turismo de Diputados. Por otro lado otro proyecto fue aprobado en mayoría en la Cámara de Senadores, cuya jefa es la madre de Máximo.
Algún día, tal vez sepamos que ocurrió para que no haya acuerdo sobre sobre el mismo tema, manejados por socios políticos y familiares directos.
El proyecto de diputados, impulsado por el Ministro Lammens, cuenta con el apoyo de la CAT y FAEVYT y es cuestionado por otras entidades miembros de la CAT, como es el caso de FEHGRA.
Mientras, una parte del sector pone sus expectativas en seguir contando con los ATP, alivios impositivos, créditos blandos, diferimientos en los pagos de servicios públicos, etc. Otros –muchos- ya cerraron, alguno vendió, otros están tratando de vender y varios están apagándose.
Algunos, pocos, vislumbran un futuro complicado pero con posibilidades y tratan de juntar voluntades para encarar acciones que les permita hacer frente a la concentración que se dará en los proveedores y fundamentalmente en las OTA’s.
Lo que nadie niega, es que el mercado se achica y que los sectores de público que tendrán posibilidades de viajar al exterior, al menos por un periodo, será reducido y que más allá de las buenas intenciones del gobierno en estimular el turismo nacional, hay elementos objetivos que escapan a los deseos.
En el caso que el proyecto de estímulo al turismo nacional propuesto (pagando el estado el 50% del consumo por pasajero) se concretase, la cifra presupuestada dividida por la cantidad de agencias que están efectivamente en actividad, no les permitiría a estas siquiera pagar los mínimos costos fijos.
A este cálculo, habría que sumarle un serio análisis de la real infraestructura que cuenta nuestro país para atender una demanda sostenida de tráfico local, más algo de receptivo. ¿Volverán las épocas que al tráfico internacional se le cobró en dólares, por lo tanto se privilegió esos pasajeros?
Y en este coctel, recordemos que el canal natural de venta de los hoteles en nuestro país, no son las agencias, tema que parece no haberse tenido en cuenta al impulsar un proyecto reactivador que no augura demasiadas esperanzas.