Colombia retrasa su apertura aérea
Se esperaba que el país sudamericano permitiera reanudar las operaciones comerciales el 1º de septiembre, pero es un hecho que la reactivación real no se dará el próximo mes.
A diferencia de la mayoría de países del mundo, Colombia delegó a los municipios la decisión de reiniciar los viajes aéreos; decisión que terminó por generar una controversia nacional tras la decisión tomada respecto al aeropuerto más transitado del país, el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá.
La alcaldesa de Bogotá tomó una postura agresiva contra la reapertura y en primera instancia limitó los vuelos a tres ciudades de Colombia: Leticia, Cartagena y San Andrés. En cuanto a los vuelos internacionales, permanecerán paralizados a excepción de las operaciones humanitarias y de carga. Una decisión que contrasta con el permiso que pidió el alcalde de Cartagena para permitir vuelos internacionales a nueve destinos en América del Norte y del Sur.
Como si fuera poco, las autoridades de Bogotá hicieron una inédita exigencia a las aerolíneas: que fueran responsables de la localización de contactos de los pasajeros que llegan a la ciudad durante 10 días después del aterrizaje. Según Peter Cerdá, vicepresidente regional de IATA para las Américas, este requerimiento, además de no tener par en otro gobierno local del mundo, hacía inviable en la práctica cualquier operación aérea en la capital colombiana. “El rastreo de contactos debe ser responsabilidad del ministerio de salud del país”, apuntó Cerdá.
¿Qué pasó? El gobierno central anuló la exigencia de la administración de Bogotá, entre otras que ralentizaban la reactivación comercial (por ejemplo, evaluar la entrada de nuevas rutas cada tres semanas) y anunció que en septiembre se habilitarán 15 rutas nacionales desde la capital, decisión que a la postre también tendrá que concertar con la alcaldesa. Y por supuesto, los vuelos internacionales seguirán suspendidos, por lo menos en septiembre.
Un problema extendido en la región
Pero más allá de cómo se resuelva este tema en Colombia, el enfrentamiento ilustra un problema recurrente que tiene el transporte aéreo en la región. Desde hace mucho tiempo los gobiernos de América Latina ven a las aerolíneas como un servicio exclusivo de los ricos y no como utilidad pública, y en consecuencia suelen imponerle restricciones e impuestos onerosos.
Según Cerda, esto ha quedado nuevamente en evidencia en la era Covid-19 con las escasísimas ayudas provistas por los gobiernos a sus aerolíneas. Menos del 1% de toda la ayuda económica entregada a líneas aéreas en el mundo proviene de gobiernos de América Latina, lo cual pone a las aerolíneas de la región en una grave desventaja, según dijo el directivo.
Se espera también que, dada la propagación de la enfermedad, la recuperación de la industria en el continente se dé más tardíamente que en otras regiones, además de escalonada. Y es que algunas de las restricciones más estrictas del mundo se encuentran en América Latina. Para citar algunos ejemplos, Argentina está completamente cerrada a los viajes aéreos y Panamá reabrirá en septiembre, pero solo para vuelos en tránsito. Chile restringe la entrada solo a ciudadanos chilenos y residentes permanentes.
Cuando la pandemia retroceda y se levanten las restricciones ¿se recuperarán y crecerán las aerolíneas de la región? Cerdá cree que los desafíos son dobles. En primer lugar, los gobiernos deben comprender la importancia del transporte aéreo para el crecimiento económico y no deben tratar a la industria como una “fuente de ingresos”.
En segundo lugar, las aerolíneas necesitan mejorar su comunicación con la comunidad y convencer a los pasajeros potenciales de que viajar en avión en una región con una deficiente infraestructura vial, casi nula red ferroviaria, y una geografía compleja, es una alternativa más rápida y, a menudo, más barata.