Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo

La problemática cotidiana a veces nos hace perder la perspectiva de la profundidad de la crisis o de las reales consecuencias que dejará. Entre las discusiones si es mejor el ATP o el Repro, las desvinculaciones de personal, las reprogramaciones y la falta absoluta de certeza de cuando comenzara a normalizarse la actividad, deberíamos dejar “alguito” de tiempo para mirar lo que ocurre a nivel mundial.

Mientras que leemos que “las nuevas restricciones a los vuelos atentan contra la incipiente reactivación que se estaba produciendo“ y tratamos de conocer a que reactivación se refiere la nota, reclamamos la falta de vacunas o la restricción de vuelos. Tal vez nos ayude cambiar de sintonía tomar contacto con la situación global.

La falta de vacunas, no es patrimonio exclusivo del gobierno de los Fernandez e incluso en los países más desarrollados, que habiendo comprado por demás, la producción no satisface la demanda. De igual manera, y a solo modos de ejemplo, Paris, que alguna vez fue una fiesta, está cerrado o Gran Bretaña cancelo los viajes al exterior.

Hace un par de semanas, en la última reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se intentó resolver el cómo distribuir equitativamente la producción de vacunas, ya que sino no se logra que el mundo todo, acceda a inmunizarse, de una manera u otra continuará  la crisis.

Mientras los países ricos han reconocido repetidamente la necesidad de garantizar el acceso a las vacunas COVID-19 en todo el mundo, continúan los problemas del acaparamiento de vacunas y las gigantescas opciones de compra de esos países  frente a los de ingresos más bajos.

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Una propuesta de India y Sudáfrica de liberalizar las patentes contra COVID-19 no fue aprobada durante la reunión de la OMC, a pesar del apoyo mayoritario de los países miembros de la organización. La propuesta también habría suspendido otros derechos de propiedad intelectual, pero la principal área de discordia entre países ricos y pobres es la guerra de las vacunas.

Entre noviembre y marzo, los países ricos han reconocido la necesidad de garantizar el acceso a las vacunas para todos . Sin embargo, el 84% de vacunaciones realizadas en los 15 países más ricos se contradice con las acciones proclamas en los debates de la OMC.

En este debate, los países más desarrollados se han atrincherado detrás de 2 argumentos: uno es que la investigación y la innovación asumen la garantía y protección de los derechos de propiedad intelectual, y el otro, es que una posible “democratización en la distribución”, no necesariamente llevaría a incrementar la oferta de vacunas.

Este último argumento ignora descaradamente el acaparamiento de vacunas y las gigantescas opciones de compra de los países más poderosos. A menudo se ha mencionado que Canadá ha asumido compromisos que permitirían vacunar a casi 5 veces su población. Pero este caso no es único. Por ejemplo, Italia, cuya población es de unos 60 millones, ha firmado acuerdos para recibir, para fines de 2022, 40 millones de dosis de AstraZeneca, 65,8 Pfizer, 26,6 Johnson y Johnson, 40,4 Sanofi, 29,9 Curevac y 39,8 Moderna. O sea algo así como 240 millones de vacunas, 4 vacunas por habitante.

El costo estimado es de aproximadamente de 2.500 millones de dólares, sin tener en cuenta que en el último mes los precios han aumentado.

Este costo es el 1% del fondo de recuperación otorgado a Italia por la Unión Europea y representaría aproximadamente el 10% del PBI total de los países al sur del desierto del Sahara.

Es cierto, el sur de África está lejos, pero en América Latina la situación no es muy diferente. Y aunque a veces nos cueste aceptarlo, la Argentina forma parte.