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Efecto Taylor Swift: los destinos deben invertir en shows de música

La  superlativa gira de Taylor Swift demuestra que los destinos deben considerar seriamente los shows  e invertir en estructuras para poder formar parte de las grandes giras. 

Pasen por donde pasen, las recientes giras de Taylor Swift impulsaron significativamente las economías locales. Hasta tuvieron incidencias en el PIB de algunos países, por más increíble que parezca. Si se considera nada más que las fechas de conciertos de la cantante en los Estados Unidos en 2023, se llega a un impacto total de US$ 5.000 millones, en 20 ciudades. La Asociación de Viajes de Estados Unidos calculó que por cada US$ 100 gastados en entradas, se generaron  otros 300 en conceptos de alojamiento, transportes, comidas y gastos varios. 

Estas cifras indican la importancia que tienen los shows de música para las economías locales. Sin embargo, la tendencia está actualmente al cierre de locales y mayores restricciones y reglamentaciones relativas a contaminaciones sonoras. Tampoco ayuda la fuerte inflación y el elevado precio de las entradas. 

Buenos Aires es uno de los casos de estos destinos favorecidos por grandes espectáculos internacionales. Pero su lejanía, en el sur del mundo, y años de crisis no ayudaron a captar todo el potencial de este segmento. Taylor Swift y otras estrellas de alcance mundial demuestran el importante impacto económico que la música tiene en la economía local, pero también en el posicionamiento de un destino. Sin embargo, y en total desconexión con estos potenciales, se toman decisiones que alejan las posibilidades de ver surgir más estrellas y generar más shows para provocar mayores impactos económicos. 

En el Reino Unido, el paraíso de la música pop, la educación musical sufre de  constante recortes y de un déficit de locales. Además, con el Brexit se organizaron menos giras internacionales. En los Países Bajos, se sumaron más puntos al IVA de las entradas de conciertos y festivales, alejando parte del público con precios más elevados. En muchos países, luego de la pandemia, los presupuestos para la cultura y la música desaparecieron o fueron reducidos. Es lo que pasa también en varias ciudades de Estados Unidos. Al mismo tiempo, las legislaciones restrictivas en materia de ruidos se refuerzan. Decenas de miles de fans recuerdan un show de Paul McCartney en el Campo de Polo de Buenos Aires en el cual casi no se escuchaba la música del Beatle. 

Enm definitiva, los shows de música nunca generaron tanto dinero como ahora, pero nunca tuvieron que sortear tantas limitaciones. Recordemos, además, que “Taylor es un motor económico, pero también una distracción bienvenida para las ciudades que ha decidido visitar”. Lo escribió un importante diario de Miami, donde la cantante se presentará dentro de pocos meses. Vale para muchos otros artistas y muchas otras plazas alrededor del mundo. La música es un motor de turismo y de experiencias y las ciudades deben considerar sumarse a esta movida.

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