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Brasil anticipa el Carnaval con sus Fiestas juninas

Disfraces coloridos, forró y coreografías vibrantes son el combustible de las tradicionales fiestas. Se celebran en todo el país durante junio y julio, y son especialmente animadas y multitudinarias en los estados del Nordeste.

Pernambuco, Alagoas, Maceió, Bahia Sergipe, Paraíba, Rio Grande do Norte o Maranhão son los estados brasileños donde se celebran las mayores fiestas juninas. Sin embargo, las celebraciones en honor a San Juan son una tradición que se puede disfrutar en todo el país.

Tras dos años de pausa por la pandemia, las autoridades prevén un regreso que potencie la identidad y las tradiciones, pero también la cadena productiva vinculada al turismo. En Maceió, capital de Alagoas, se estima que durante las fiestas se inyectarán unos u$s 20 millones en la economía regional. En tanto, los festejos en Caruaru (Pernambuco) calculan la asistencia de dos millones de personas y un impacto económico superior a u$s 40 millones.  

Por su parte, Campina Grande (Paraíba), la mayor celebración de Brasil, espera tres millones de turistas y una facturación cercana a los u$s 80 millones. La programación se extenderá hasta el 10 de julio y contará con más de mil horas de música tradicional de forró y alrededor de 800 atracciones, que incluyen artistas nacionales, bandas, tríos, cuadrillas y grupos folclóricos. 

Uno de los estandartes de las fiestas es el forró, género musical declarado patrimonio cultural del país, que se integra a la música caipira- y las coreografías (llamadas cuadrillas) escenifican una boda campesina. Los disfraces están inspirados en la vestimenta rural y las ciudades donde se festeja se engalanan con banderines de colores. 

Las fiestas juninas, que tienen sus raíces en Europa, llegaron con la colonización portuguesa y con una fuerte connotación religiosa en homenaje a San Juan y San Antonio. Sin embargo, hoy cada una tiene sus características propias y paganas. 

En Maranhão se extienden por 60 días, con presentaciones de artistas populares y unas 70 comparsas (arraiais) en todo el estado. La atracción principal es la ceremonia del boi-bumbá, un toro de fantasía que llega rugiendo y es “sacrificado” ante la algarabía de la multitud. En la trama -un homenaje al sincretismo religioso de Brasil- el dueño de la finca descubre que el “animal” murió y exige que se convoque a chamanes y curanderos indios que, a través del canto y el baile, reviven al buey. 

La celebración combina la tradición cristiana con cultos de origen africano que incluyen tambores, cuadrillas (inspiradas en los bailes de salón de los siglos XVIII y XIX) y danza portuguesa, entre otras atracciones.   

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